SEÑOR
MARTIN: (…) Entonces, estimada señora, creo que no cabe duda, nos hemos visto
ya y usted es mi propia esposa… ¡Isabel, te he vuelto a encontrar!
(Ionesco: 1974, pág. 40)
La obra “La Cantante Calva”
(Ionesco: 1974) denuncia el fracaso del lenguaje, la total incapacidad del
mismo para comunicarnos, poniendo en evidencia el sintagma Lacaniano que
refiere que “la comunicación no existe” (Lacan: 1981 y 1992). Es por ello que,
como seres hablantes, nuestra mayor maldición está implicada en lo que nos constituye como tales, nuestra
mayor maldición es nuestra mal-dicción.
Dicha obra (Ionesco:
1974), forma parte del denominado Teatro del Absurdo en el cual está implicado
el esfuerzo de varios artistas por derrumbar la pared del automatismo y la complacencia,
con el objeto de poder establecer un saber sobre la situación humana enfrentada
con la realidad de su condición. Es por ello que se encuentra vinculado a los
relativamente pocos verdaderos problemas del hombre.
El lenguaje es puesto
en escena en contraste con la acción, es reducido a una conversación sin
significado y por ello abre una nueva dimensión: la del fracaso de la
comunicación.
Las tramas del Teatro
del Absurdo parecen carecer de significado, los diálogos suelen ser
repetitivos, la secuencia dramática se encuentra ausente, lo cual genera una
atmósfera onírica.
En esta obra (Ionesco: 1974)
particularmente, el tema central y principal es el lenguaje y no sólo porque en
ella Ionesco escribe sobre su reacción frente al aprendizaje del inglés con el
método Assimil, sino también y sobre todo, porque hay una falta, una carencia
estructural en el lenguaje. Dice Ionesco que la experiencia profunda no tiene
palabras y que cuando más se explica, menos se comprende (Ionesco: 2007). El
mismo considera a esta obra como la tragedia del lenguaje (Ionesco: 1965),
visibilizando un problema inquietante que sobrepasa el efecto cómico.
La palabra produce una
distancia entre ella y la cosa representada por ella y esto genera una pérdida
que complica la representación. Por ser hablantes hay una pérdida, ya que la
palabra logra representar la cosa pero no lo es y por ende la palabra implica
la muerte de la cosa; hay un mal encuentro entre ésta y su representación. Es
decir, hay una imposibilidad de la palabra para alcanzar la cosa y de la cosa
para encontrar su nombre.
La obra “La Cantante
Calva” (Ionesco: 1974) transcurre en una vivienda inglesa y burguesa donde unos
típicos marido, y mujer llamados los Smith, tienen un disparatado diálogo en el
cual, entre otras conversaciones, hablan de una familia conocida por ellos en
la que todos, sin distinción de sexo, llevan el nombre de Bobby Smith o de un
doctor que jamás recomienda medicamentos sin haberlos experimentado antes el
mismo.
Hay una criada a la que
los que el Sr. y la Sra. Smith le reprochan el hecho de tener la tarde libre,
aun admitiendo que ambos dieron su consentimiento para ello, pero no
intencionalmente. La criada es quien les anuncia la llegada de otra pareja, los
Martin, quienes conversan como si fueran dos desconocidos y descubren asombrosas coincidencias que los
llevan a descubrir que están casados.
Otro de los personajes
que ingresa a la escena es un bombero quien antes de retirarse pregunta por la
cantante calva, a lo que la Sra. Smith responde que continúa peinándose de la
misma manera (este es el único momento de la obra en que se la menciona).
Los diálogos entre los
personajes continúan pero se vuelven cada vez más incoherentes y breves, se
acelera el ritmo hasta que comienzan a gritar.
La obra concluye de la
misma manera en la que se inicia, sólo que los Martin ocupan el lugar de los
Smith repitiendo las mismas conversaciones.
Vemos como en esta obra
la palabra se vuelve huidiza y no muestra más que lo que muestra, charla
(Ionesco: 2007), no se comunica. La palabra puesta para decir nada se convierte
en un charloteo que va in crescendo a lo largo de la obra hasta conducirnos a
la casi destrucción del lenguaje, a su ruina. Para Ionesco, en la escritura de
esta obra, las palabras se convirtieron en cáscaras sonoras desprovistas de
sentido y esto habría producido una especie de desmoronamiento de la realidad
(Ionesco: 1965).
Decíamos que por
estructura en el lenguaje algo falla, algo yerra, falta, y esto es lo que hace
imposible la comunicación, constituye su inexistencia. Siempre quien habla dice
de más y dice otra cosa respecto de lo que quiere decir y quien recibe el
mensaje lo escucha desde el propio sentido que para él poseen las palabras. Entonces,
en la comunicación se produce una inversión y esto la hace complicada. Para el
que escucha-lee lo que se enuncia-escribe son posibles diversas formas de
pensar, de dar sentido a eso que recibe
atribuyéndole diferentes significados respecto del pretendido. Por ello Lacan
nos dice que la comunicación no existe. Esto se debe a que la palabra se
encuentra determinada por el inconsciente singular de cada sujeto y nunca va a
ser interpretada por quien la recibe bajo el mismo sentido de quien la emitió,
produciéndose efectos de sentido que escapan tanto al receptor como al emisor.
Otra de las maneras que
encuentra Lacan para decir que la comunicación no existe, es bajo el sintagma
“la relación sexual no existe” (Lacan: 1992), lo cual es plausible de ser
visualizado en la obra de Ionesco en los diálogos entre el Sr. y la Sra.
Smith por un lado, y el Sr. y la Sra. Martin, por el otro.
Desde el psicoanálisis
Lacaniano se considera que para el inconsciente el sexo masculino es su
preferencia, estando el mismo representado por el símbolo fálico y que la
feminidad es objeto de un rechazo en tanto el significante “La mujer” no existe
para el inconsciente.
Lacan piensa que lo que
hace objeción al pleno decir es lo mismo que se opone al encuentro armónico
entre los sexos (Lacan: 1981). Esto está relacionado con la captura del ser
humano en el lenguaje y con el hecho de que nuestro inconsciente esta
estructurado como un lenguaje. En el Inconsciente se inscribe el Uno fálico y
solamente él.
El Otro del Uno no logra inscribirse y por eso
hay una falla en el inconsciente al no existir el significante para representar
al Otro sexo; en otras palabras, para decir los dos sexos el inconsciente
cuenta con un solo significante, el masculino, el fálico, el Uno.
Nuestra maldición esta dada por el hecho de
que el inconsciente sólo tiene la dicción para el sexo masculino, negando la
dicción sobre el sexo femenino, el Otro sexo, no tiene un significante para la
mujer y por ende no logra representarla.
Entonces, y para
concluir, mal-decir, decir-mal, es lo que hace el inconsciente respecto al
sexo, el sexo siempre está mal-dicho, maldito. Así, la no relación entre los sexos
se reproduce en el equívoco y vivimos por el malentendido.
BIBLIOGRAFÍA
-Ionesco, Eugène; Diario en migajas, Ed.
Páginas de Espuma, Buenos Aires, 2007.
-Ionesco, Eugène; La cantante calva, en Obras Completas, Tomo I, Ed. Aguilar, Madrid,
1974.
-Ionesco, Eugène; Notas y contranotas, Ed. Losada, Buenos Aires, 1965.
-Lacan, Jacques; El reverso del psicoanálisis,
Libro 17, Ed. Paidós, Buenos Aires, 1992.
-Lacan, Jacques; Aun, Libro 20, Ed. Paidós, Buenos Aires, 1981.