martes, 21 de febrero de 2012

La importancia del modo de diagnosticar en la dirección de las curas


La importancia del modo de diagnosticar en la orientación de las curas
“Nada más arrasador para un sujeto que ser reducido a su sistema físico químico y que su pensamiento sea remitido a un mecanismo cerebral”
G. Jasiner y L. Lamovsky[1]


El libro audiovisual publicado en los EE.UU. por la compañía médica Woodbine House, traducido a la lengua hebrea en Israel, actualmente difundido por internet y que lleva por nombre “Shelly, la tortuga hiperactiva”[2], inicia con la siguiente frase: “Shelly era una tortuga muy hermosa y muy inteligente, pero distinta del resto de las tortugas de su escuelita y de la laguna donde vivía”; continúa: “Todos saben que las tortugas van muy despacio y se sientan quietitas e inmóviles por horas y horas(…), pero la pequeña Shelly no podía estarse quieta por mucho tiempo”. Sigue este video con una descripción fenomenológica de las conductas y comportamientos de la tortuga, comportamientos y conductas por los que la madre de la misma decide consultar a un doctor quien la diagnostica, a Shelly, poniéndole el sello de “tortuga hiperactiva” y le explica que “algunos niños necesitan tomar medicamentos para tranquilizarse un poco”. Es por esto que la tortuga comienza a tomar una “pequeña pastilla blanca todas las mañanas” superando de esta manera su problema y adaptándose, así, al resto de las tortugas de su entorno.
La moraleja de este libro audiovisual es muy clara y coincide con el objetivo de la compañía que lo realizó: cualquier niño que tenga problemas para adaptarse a su entorno puede solucionarlo de modo muy simple, sólo debe recurrir a la “pequeña pastilla blanca” y así pondrá fin a su comportamiento desadaptado.
Aun cuando se debe reconocer que en algunos casos la medicación es condición necesaria para posibilitar el encuentro de un sujeto con el psicoanalista, la misma no es condición suficiente. Refiere Nicolás Herrera en la nota editorial de la publicación “Autismo y psicosis en la infancia, condiciones para su tratamiento”[3], que es de una evidencia inocultable el furor con el que, apoyadas por las ideologías de la fragmentación y la homogenización, las prácticas que se basan en la reeducación, la compensación o en la medicalización, se hacen cada vez más presentes en diversos ámbitos sociales, tales como los legislativos, los académicos y los sanitarios: “Los intentos de sanción de normativas que limiten las terapéuticas a lo estrictamente observable, medible o rentable, la formación académica reducida a terapéuticas basadas en la evidencia, el descrédito mostrado en los organismos de financiamiento hacía prácticas no utilitaristas, los modelos pedagógicos centrados en lo reeducativo, conforman un marco que reduce el ámbito de lo humano a lo estrictamente funcional”[4]. Afortunadamente y pese a lo anterior, desde el psicoanálisis aplicamos nuestro discurso en las distintas instituciones en las que nos insertamos incidiendo en la problemática clínica del sujeto en su dimensión social, lo cual promueve la posibilidad de desplegar una acción que tiene en cuenta la inscripción de cada sujeto en el lenguaje y que va acompañando la manera singular de cada uno de tratar con el objeto, con el cuerpo y con el significante[5].
Cuando el recurso al que nos aferramos a la hora de diagnosticar es del DSM IV, corremos el riesgo de patologizar crisis y síntomas de niños y adolescentes en lugar de respetar el modo singular que cada sujeto va encontrando para dar tratamiento a su real. Frente a lo que muestra el libro audiovisual que describía al inicio, creo oportuno que debemos preguntarnos: ¿Qué interpretación puede hacer un niño frente al hecho de que, de algún modo, le hagan creer que con ciertos medicamentos se solucionarán sus malestares? Frente a la medicalización compulsiva de la infancia, los psicoanalistas ofrecemos una alternativa diferente, la cual implica una apuesta a interrogarnos que le pasa a ese sujeto, a ese niño o adolescente antes de rotularlo por sus conductas y antes de medicarlo.
De algún modo, el avance de las neurociencias y de los desarrollos en la química cerebral acompañado de cada vez más nuevos y específicos psicofármacos que reducen el psiquismo a lo neuronal, confunden al inconsciente con un producto del funcionamiento cerebral, y confunden también al deseo del sujeto con una secreción química: bajo el imperio clasificatorio del DSM IV las estructuras subjetivas (neurosis, psicosis, perversión), se disuelven degradándose en desórdenes, trastornos y síntomas susceptibles de ser tratados con psicofármacos y psicologías conductistas. Puede verse  como “el DSM IV desplaza al sujeto con el objetivo de extirparle el inconsciente y lo reduce a una serie de particularismos que resaltan al ser”[6], como por ejemplo: “Soy un niño hiperactivo”, “soy bulímica”, “soy adicto”, etc.  La clínica del trastorno, también, busca acallar al síntoma sin escuchar al inconsciente. En relación a esto, refiere E. Abello[7] que si el trastorno es una disfunción psicológica, conductual o biológica tal como lo explicita el DSM IV, su definición contrasta diametralmente con el concepto de funcionamiento sintomático, la cual surge del psicoanálisis de orientación lacaniana: “Es lo singular del síntoma que no se quiere escuchar, y al que el psicoanálisis se ha consagrado, desde hace más de cien años, intentando despejar –caso por caso- su cadencia y su ritmo”.[8]
Es por ello que desde el psicoanálisis no nos orientamos en las curas a partir del DSM IV, nos orientan el modo en que abordamos la transferencia y el inconsciente, el cual marca la ética de los tratamientos que llevamos a cabo en los lugares en los que estamos insertos. Dicha ética, la del psicoanálisis, “propone renunciar a la verdad única por imposible, soportar la cuota de soledad irreductible que hace posible todo lazo, hacerle un lugar a la angustia porque ella es nuestra señal, recortar en cada sujeto la singularidad de su deseo que lo conduzca a crear una marca que deje como legado de su paso por la vida”.[9]
            Desde el psicoanálisis, el diagnóstico no se hace por déficit sino que se tienen en cuenta los fenómenos positivos que dan cuenta de la estructura, tales como los usos particulares del lenguaje o las alucinaciones. Los tratamientos orientados desde el psicoanálisis apuntan a las singularidades escuchando al sujeto sin objetivarlo, tratando de aprender su lengua[10] y no imponiendo la nuestra.
            Entonces, y para concluir, cabe subrayar que desde el psicoanálisis de orientación lacaniana nos proponemos una clínica diferencial de las estructuras; realizar un diagnóstico diferencial no es sencillo, por lo que no conviene apresurarse, ni mucho menos, aventurarse con afirmaciones taxativas -como la que utiliza el médico con Shelly al diagnosticarla con el sello de hiperactiva-, las que pueden caer sobre los destinatarios aplastando la subjetividad y la singularidad de los mismos.




Bibliografía
“Autismo y psicosis en la infancia, condiciones para su tratamiento”, Colección Invenciones, Córdoba, Argentina, 2011.
G. Jasine  y L.  Lamovsky: “Desafíos   del psicoanálisis en   tiempos del DSM IV”.  Revista digital El Sigma, Año 2000. Extraído de la página web: http://www.elsigma.com/site/detalle.asp?IdContenido=17

Video audiovisual “Shelly, la tortuga hiperactiva”. Compañía médica Woodbine House. Para ver el video ingrese a la página:


[1]G. Jasiner y L. Lamovsky: “Desafíos del psicoanálisis en tiempos del DSM IV”. Revista digital El Sigma. Extraído de la página web: http://www.elsigma.com/site/detalle.asp?IdContenido=17 , 2000.
[2]Para ver el video ingrese a la página: http://www.youtube.com/watch?v=tkTdx-U0_NE&noredirect=1
[3]Herrera, Nicolás en nota editorial de la publicación de la Fundación Avenir: “Autismo y psicosis en la infancia, condiciones para su tratamiento”, Colección Invenciones, Córdoba, Argentina, 2011.
[4]Herrera, Nicolás en “Autismo y psicosis en la infancia, condiciones para su tratamiento”, Op. Cit., pág. 9., 2011.
[5]Herrera, Nicolás en “Autismo y psicosis en la infancia, condiciones para su tratamiento”, Op. Cit., pág. 8., 2011.
[6]G. Jasiner y L. Lamovsky: “Desafíos del psicoanálisis en tiempos del DSM IV”. Op. Cit., 2000.
[7]Abello, Eduardo: “Reflexiones actuales sobre el autismo” en Autismo y psicosis en la infancia, condiciones para su tratamiento”, Op. Cit., 2011.
[8] Abello, Eduardo: “Reflexiones actuales sobre el autismo” en Autismo y psicosis en la infancia, condiciones para su tratamiento”, Op. Cit., pág. 49, 2011.
[9]G. Jasiner y L. Lamovsky: “Desafíos del psicoanálisis en tiempos del DSM IV”. Op. Cit., 2000.
[10]Tendlarz, Silvia E.: “Autismo generalizado” en “Autismo y psicosis en la infancia, condiciones para su tratamiento”, Op. Cit., 2011.

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