La importancia del modo
de diagnosticar en la orientación de las curas
“Nada
más arrasador para un sujeto que ser reducido a su sistema físico químico y que
su pensamiento sea remitido a un mecanismo cerebral”
G. Jasiner y L. Lamovsky[1]
El libro audiovisual publicado en los
EE.UU. por la compañía médica Woodbine House, traducido a la lengua hebrea en
Israel, actualmente difundido por internet y que lleva por nombre “Shelly, la
tortuga hiperactiva”[2], inicia
con la siguiente frase: “Shelly era una
tortuga muy hermosa y muy inteligente, pero distinta del resto de las tortugas
de su escuelita y de la laguna donde vivía”; continúa: “Todos saben que las tortugas van muy despacio y se sientan quietitas e
inmóviles por horas y horas(…), pero la pequeña Shelly no podía estarse quieta
por mucho tiempo”. Sigue este video con una descripción fenomenológica de
las conductas y comportamientos de la tortuga, comportamientos y conductas por
los que la madre de la misma decide consultar a un doctor quien la diagnostica,
a Shelly, poniéndole el sello de “tortuga
hiperactiva” y le explica que “algunos
niños necesitan tomar medicamentos para tranquilizarse un poco”. Es por
esto que la tortuga comienza a tomar una “pequeña
pastilla blanca todas las mañanas” superando de esta manera su problema y
adaptándose, así, al resto de las tortugas de su entorno.
La moraleja de este libro audiovisual es
muy clara y coincide con el objetivo de la compañía que lo realizó: cualquier
niño que tenga problemas para adaptarse a su entorno puede solucionarlo de modo
muy simple, sólo debe recurrir a la “pequeña
pastilla blanca” y así pondrá fin a su comportamiento desadaptado.
Aun cuando se debe reconocer que en
algunos casos la medicación es condición necesaria para posibilitar el
encuentro de un sujeto con el psicoanalista, la misma no es condición
suficiente. Refiere Nicolás Herrera en la nota editorial de la publicación
“Autismo y psicosis en la infancia, condiciones para su tratamiento”[3],
que es de una evidencia inocultable el furor con el que, apoyadas por las
ideologías de la fragmentación y la homogenización, las prácticas que se basan
en la reeducación, la compensación o en la medicalización, se hacen cada vez
más presentes en diversos ámbitos sociales, tales como los legislativos, los
académicos y los sanitarios: “Los
intentos de sanción de normativas que limiten las terapéuticas a lo
estrictamente observable, medible o rentable, la formación académica reducida a
terapéuticas basadas en la evidencia, el descrédito mostrado en los organismos
de financiamiento hacía prácticas no utilitaristas, los modelos pedagógicos
centrados en lo reeducativo, conforman un marco que reduce el ámbito de lo humano
a lo estrictamente funcional”[4].
Afortunadamente y pese a lo anterior, desde el psicoanálisis aplicamos nuestro
discurso en las distintas instituciones en las que nos insertamos incidiendo en
la problemática clínica del sujeto en su dimensión social, lo cual promueve la
posibilidad de desplegar una acción que tiene en cuenta la inscripción de cada
sujeto en el lenguaje y que va acompañando la manera singular de cada uno de
tratar con el objeto, con el cuerpo y con el significante[5].
Cuando el recurso al que nos aferramos a
la hora de diagnosticar es del DSM IV, corremos el riesgo de patologizar crisis
y síntomas de niños y adolescentes en lugar de respetar el modo singular que
cada sujeto va encontrando para dar tratamiento a su real. Frente a lo que
muestra el libro audiovisual que describía al inicio, creo oportuno que debemos
preguntarnos: ¿Qué interpretación puede hacer un niño frente al hecho de que,
de algún modo, le hagan creer que con ciertos medicamentos se solucionarán sus
malestares? Frente a la medicalización compulsiva de la infancia, los
psicoanalistas ofrecemos una alternativa diferente, la cual implica una apuesta
a interrogarnos que le pasa a ese sujeto, a ese niño o adolescente antes de
rotularlo por sus conductas y antes de medicarlo.
De algún modo, el avance de las
neurociencias y de los desarrollos en la química cerebral acompañado de cada
vez más nuevos y específicos psicofármacos que reducen el psiquismo a lo
neuronal, confunden al inconsciente con un producto del funcionamiento
cerebral, y confunden también al deseo del sujeto con una secreción química:
bajo el imperio clasificatorio del DSM IV las estructuras subjetivas (neurosis,
psicosis, perversión), se disuelven degradándose en desórdenes, trastornos y
síntomas susceptibles de ser tratados con psicofármacos y psicologías
conductistas. Puede verse como “el DSM IV desplaza al sujeto con el
objetivo de extirparle el inconsciente y lo reduce a una serie de
particularismos que resaltan al ser”[6], como por ejemplo: “Soy un niño
hiperactivo”, “soy bulímica”, “soy adicto”, etc. La clínica del trastorno, también, busca
acallar al síntoma sin escuchar al inconsciente. En relación a esto, refiere E.
Abello[7]
que si el trastorno es una disfunción psicológica, conductual o biológica tal
como lo explicita el DSM IV, su definición contrasta diametralmente con el
concepto de funcionamiento sintomático, la cual surge del psicoanálisis de
orientación lacaniana: “Es lo singular
del síntoma que no se quiere escuchar, y al que el psicoanálisis se ha
consagrado, desde hace más de cien años, intentando despejar –caso por caso- su
cadencia y su ritmo”.[8]
Es por ello que desde el psicoanálisis
no nos orientamos en las curas a partir del DSM IV, nos orientan el modo en que
abordamos la transferencia y el inconsciente, el cual marca la ética de los
tratamientos que llevamos a cabo en los lugares en los que estamos insertos.
Dicha ética, la del psicoanálisis, “propone
renunciar a la verdad única por imposible, soportar la cuota de soledad irreductible
que hace posible todo lazo, hacerle un lugar a la angustia porque ella es
nuestra señal, recortar en cada sujeto la singularidad de su deseo que lo
conduzca a crear una marca que deje como legado de su paso por la vida”.[9]
Desde el psicoanálisis, el
diagnóstico no se hace por déficit sino que se tienen en cuenta los fenómenos
positivos que dan cuenta de la estructura, tales como los usos particulares del
lenguaje o las alucinaciones. Los tratamientos orientados desde el
psicoanálisis apuntan a las singularidades escuchando al sujeto sin
objetivarlo, tratando de aprender su lengua[10] y
no imponiendo la nuestra.
Entonces, y para concluir, cabe
subrayar que desde el psicoanálisis de orientación lacaniana nos proponemos una
clínica diferencial de las estructuras; realizar un diagnóstico diferencial no
es sencillo, por lo que no conviene apresurarse, ni mucho menos, aventurarse
con afirmaciones taxativas -como la que utiliza el médico con Shelly al
diagnosticarla con el sello de hiperactiva-, las que pueden caer sobre los
destinatarios aplastando la subjetividad y la singularidad de los mismos.
Bibliografía
“Autismo y psicosis en
la infancia, condiciones para su tratamiento”, Colección Invenciones, Córdoba,
Argentina, 2011.
G.
Jasine y L. Lamovsky: “Desafíos del psicoanálisis en tiempos del DSM IV”. Revista digital El Sigma, Año 2000.
Extraído de la página web: http://www.elsigma.com/site/detalle.asp?IdContenido=17
Video
audiovisual “Shelly, la tortuga hiperactiva”. Compañía médica Woodbine House. Para ver el video ingrese a la
página:
[1]G.
Jasiner y L. Lamovsky: “Desafíos del psicoanálisis en tiempos del DSM IV”. Revista
digital El Sigma. Extraído de la página web: http://www.elsigma.com/site/detalle.asp?IdContenido=17
, 2000.
[2]Para
ver el video ingrese a la página: http://www.youtube.com/watch?v=tkTdx-U0_NE&noredirect=1
[3]Herrera,
Nicolás en nota editorial de la publicación de la Fundación Avenir: “Autismo y
psicosis en la infancia, condiciones para su tratamiento”, Colección
Invenciones, Córdoba, Argentina, 2011.
[4]Herrera,
Nicolás en “Autismo y psicosis en la infancia, condiciones para su
tratamiento”, Op. Cit., pág. 9., 2011.
[5]Herrera,
Nicolás en “Autismo y psicosis en la infancia, condiciones para su
tratamiento”, Op. Cit., pág. 8., 2011.
[6]G.
Jasiner y L. Lamovsky: “Desafíos del psicoanálisis en tiempos del DSM IV”. Op. Cit.,
2000.
[7]Abello,
Eduardo: “Reflexiones actuales sobre el autismo” en Autismo y psicosis en la
infancia, condiciones para su tratamiento”, Op. Cit., 2011.
[8]
Abello, Eduardo: “Reflexiones actuales sobre el autismo” en Autismo y psicosis
en la infancia, condiciones para su tratamiento”, Op. Cit., pág. 49, 2011.
[9]G.
Jasiner y L. Lamovsky: “Desafíos del psicoanálisis en tiempos del DSM IV”. Op.
Cit., 2000.
[10]Tendlarz,
Silvia E.: “Autismo generalizado” en “Autismo y psicosis en la infancia,
condiciones para su tratamiento”, Op. Cit., 2011.
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