(…)
“Que la madre sólo es suficientemente buena si no lo es demasiado, sólo lo es a
condición de que los cuidados que prodiga al niño no la disuadan de desear como
mujer”.[1]
La
práctica clínica en una institución pública, por su especificidad en la
atención, me pone a diario frente al sufrimiento subjetivo de niños, niñas y
mujeres que han sido objeto de abusos contra su integridad sexual.
He podido constatar en
múltiples casos que aun cuando el motivo manifiesto de consulta que acerca a
una madre a solicitar tratamiento para su hijo está en relación a un abuso o
juego sexualizados vivenciado por este; por debajo pueden escucharse otras cuestiones
tales como abusos sexuales de los que fuera objeto esa madre en la infancia y
que se reactualizan en sus efectos por lo vivenciado por alguno de sus hijos; o
alguna problemática no resuelta respecto de la propia sexualidad; o
dificultades en el encuentro con el otro sexo. También constato que estas
problemáticas que atraviesan a la madre no son sin consecuencias para el niño. Así,
por ejemplo, una madre que consultó por su hija (respecto de la cual tenía una
sospecha de que hubiera sido abusada sexualmente) insistía con preguntas a la
misma respecto de si alguien la había tocado o besado y le explicaba de manera
persistente respecto de lo constituye la intimidad sexual, las partes íntimas
del cuerpo que nadie podía tocar y sobre cuales eran los cuidados que tenía que
tener al respecto. Cuando a dicha madre se le explicita que algunos niños
responden a veces en tanto intentan satisfacer lo que interpretan que es lo que
ellas desean, y cuando es interpelada a
responder respecto del motivo de su insistencia en relación a un posible abuso
hacia su hija, confiesa que ella había sido víctima de un abuso sexual
intrafamiliar en su infancia y que por ello temía que a su hija le sucedería
algo parecido, que ella también necesitaba un tratamiento porque esto aun le
generaba sufrimiento e influía en los modos de vincularse con la niña.
Casos como el del
ejemplo anterior me impulsan a interrogarme, cada vez, respecto del deseo de la
madre y del estrago materno y respecto de qué limites son posibles frente al
mismo, en tanto pienso esto como algo fundamental que me orienta en los
tratamientos.
También me recuerdan
que la clínica con niños y niñas nos confronta con problemáticas que se
relacionan con la dimensión del deseo del Otro, ya que en el despliegue
discursivo vemos como se juega, en el niño que arriba a un espacio analítico,
el deseo de la madre y la relación deseante de los padres entre sí. Por otra
parte, desde el psicoanálisis de orientación lacaniana estamos advertidos de
que “los insondables pensamientos que se
realizan por la vía del fantasma de los padres, tienen una función determinante
en la vida de cada sujeto”[2].
Por esto, en este
ensayo me propongo sostener algunos interrogantes en relación al deseo de la
madre, al estrago materno, sus consecuencias en el niño y a los límites
posibles respecto de estos.
El niño, entre la
sexualidad femenina y el deseo de la madre
El modo en que Lacan
trabaja la cuestión de la sexualidad femenina permite desplazar el acento de
los avatares de la relación madre-hijo hacia la dimensión silenciosa de dicha
sexualidad y hacia la relación del niño con la madre pero en tanto ésta también
es una mujer. Puedo hipotetizar, por ello, que mientras la madre tendrá que
vérselas con las aporías de la sexualidad femenina, el niño tendrá que vérselas,
por su parte, con la sexualidad femenina por el costado de su madre en tanto
mujer. Y es por lo anterior que con Lacan nos interrogamos en relación a la
sexualidad femenina como preliminar a todo tratamiento posible con niños.
Pienso, entonces, que es preciso que la madre
pueda desear como mujer, en tanto mujer y no sólo como madre, porque, como lo formula
Lacan, el deseo de la madre siempre produce estragos, el deseo de la madre no
es algo que pueda resultar indiferente para el niño[3].
Encuentro entonces que uno de los que hipotetizo como límites posibles ante el
deseo de la madre es que ésta desee como mujer a un hombre.
Para Lacan[4], el
deseo de la madre no es algo que pueda soportarse como tal, formula por ello,
que el mismo es como estar dentro de la boca de un cocodrilo; no se sabe porque
motivo ese cocodrilo puede cerrar la boca. Sin embargo, también hay para Lacan
algo tranquilizador, hay un palo de piedra que traba esa boca de cocodrilo: el
falo, el cual protege si la boca se cierra. Por lo tanto puedo pensar que el
falo constituye uno de los límites posibles al deseo de la madre.
Me interrogo: si el
estrago está en relación con el deseo de la madre y si dicho deseo produce
estragos en el niño, ¿esto puede ser estructuralmente devastador para el mismo?
Según Tendlarz[5] “Lo insaciable de la madre remite a su
posición como mujer, a su tratamiento particular de la falta”[6].
También refiere que la posición de cada mujer respecto de la falta
determina el modo en que ella ama y la transmisión de la castración.
Entonces, en tanto el deseo
de la madre puede hallarse mediatizado por su relación al falo: ¿otro de los
límites posibles a los estragos causados para el niño por el deseo de la madre,
pueden ser el Nombre del Padre y el goce del padre?
El deseo de la madre y
el Nombre del Padre.
El deseo de la madre es
deseo de falo. Lo que la madre quiere es el falo debido a que no lo tiene
porque es mujer. El niño, en tanto la madre es deseante, y porque la madre
apetece del objeto que le falta, puede interpretar dicha apetencia como un
llamado para que él ocupe dicho lugar[7].
Así, al entrever lo que la madre quiere, el niño puede hacerse el falo
imaginario de la madre, lo cual constituye todas las diferentes formas de las
posiciones perversas en el niño[8].
La madre, bajo el
influjo del penisneid, marca entonces, un triángulo en cuyos vértices
encontramos al hijo, al falo y a ella misma. Si ésta busca saturar en el niño
su propio penisneid, si el niño es metonimia del deseo de la madre de un falo
que no posee y nunca podrá tener como propio, el ideal que puede tener dicho
niño, como antes esbozaba, es el de identificarse con el falo imaginario de su
madre.[9]
En la tríada madre,
falo y niño es necesario que intervenga un cuarto término que separe al niño de
la identificación al falo, éste cuarto término es el agente de la castración, el
Nombre del padre[10].
Entonces, puedo hipotetizar que otro de los límites posibles al deseo y al
estrago materno está constituido por el
Nombre del Padre.
Así, la vía “normal”
(la que constituiría la neurosis) no sería la identificación del niño al falo
de la madre, sino, en cambio, la de la metáfora paterna en todo su desarrollo[11].
El Nombre del Padre
implica un modo posible a través del cual el niño puede ubicar su relación con
el gran Otro y con el falo.[12]
A demás, el Nombre del Padre
es un operador que contiene a la relación que la madre mantiene con el padre.
Por ende, lo que promovería la metáfora paterna es que la relación entre el
padre y la madre le permita al niño asumir una interpretación que le hace al
Otro, interpretación que es respuesta al deseo de la madre en su conjunción con
el Nombre del Padre.[13]
Lacan formaliza el
complejo de Edipo bajo la forma de la metáfora paterna. Así, destaca el deseo
de la madre y desplaza a la madre del amor hacia lo que hay en ella de mujer,
de Otra, de no-toda.
El deseo de la madre en
tanto mujer y el goce del padre
En tannto no-toda, una mujer presentaría una duplicidad entre, por un lado, un goce
suplementario que se ubica del lado del significante de la falta en el Otro S(A
barrado) y, por el otro, el goce fálico; es decir que mientras se dirige a un
hombre en busca del falo podría encontrarse Cuando el niño se
encuentra involucrado en el objeto del fantasma materno, revela la verdad de
dicho objeto. El niño se convierte en el objeto de la madre y así realiza la
presencia del objeto a
en el fantasma dando cuerpo a la falta de objeto de la madre y haciendo existir
a dicho objeto.
Lacan desmitifica la
relación de amor entre el niño y la madre. El niño podría sustituir la sexualidad
en la madre en tanto mujer; podría para ésta, su hijo, convertirse en un objeto
condensador de goce y ella gozaría de él. Entonces, pienso que mientras más
satisfactorio sea el niño como objeto para la madre, menos ésta deseará a un
hombre[15] y
esto sería algo problemático para el niño.
Según Silvia Salman[16],
la metáfora paterna no es suficiente para situar la posición de la madre porque
está también la dimensión deseante de la madre destacándose de este modo lo que
ella es como mujer. Esto, por ello, implica una orientación que va de la madre
a la mujer y del padre al hombre. Lo anterior me permite hipotetizar que otro de
los límites posibles al deseo y al estrago materno es el goce del padre.
La condición de
posibilidad para que el niño pueda separarse de su identificación fálica
(perversión) o para que no quede capturado como objeto del fantasma materno
(psicosis) implicaría, del lado de éste, que la madre no lo sea todo para él y,
del lado de ella, que su amor en tanto mujer sea referible a un nombre: el de
un hombre. Esto posibilitaría que el niño no lo sea todo para la madre. A su
vez, lo anterior promovería que el niño pueda inscribirse en un deseo
particularizado, no anónimo; lo cual también exige que el padre sea un hombre
que elija y desee a una y que asuma a los hijos de una mujer.
Algunas conclusiones
Para concluir,
entonces, los límites posibles al estrago que puede causar el deseo de la
madre, serían:
- Que la madre pueda desear como mujer, más allá del hijo: “Todavía es preciso que la madre no se vea
disuadida de encontrar el significante de su deseo en el cuerpo de un hombre”[17],
tal como lo expresa Miller. “Hay una
condición de no-todo: que el deseo de la madre diverja y sea llamado por un
hombre. Y esto exige que el padre sea también un hombre”[18].
- Que el niño no sature la falta en la cual se sostiene el deseo materno:
Refiere Miller: “El niño no solo colma,
también divide”[19],
y explicita que es fundamental que divida para no quedar capturado como resto
de la pareja de los padres o entrando con la madre en una relación dual que
soborne el fantasma materno. También formula que cuanto más colma un niño a su
madre, ésta mas se angustia (teniendo en cuenta la fórmula acorde a la cual lo
que angustia es la falta de la falta) y que la madre angustiada es la que no
desea como mujer o la que desea poco o mal.
- Que el hombre la elija a ella y la desee como mujer y que asuma, como
padre, a los hijos de dicha mujer: la posición del padre debe asegurar una
justa versión del padre y dicha versión lo implica en su función en torno a la
castración (metáfora paterna) y también en tanto que es hombre. Según E. Solano
Suarez[20]
lo que da al niño un término adecuado para resolver la proposición deseante de
la madre es una proposición gozosa del lado del padre la cual implica al padre
posicionado como sexuado con respecto al objeto plus de goce lo cual supone que
haga de una mujer el objeto a
causa de su deseo.
Bibliografía
principal
-
Fryd, Adela: “Hacia la Castración” en
“Psicoanálisis con niños. Los fundamentos de la práctica”. Compiladora Silvia
Salman. Ed. Grama, Bs. As., 2006.
-
Lacan, J.: “Dos notas sobre el niño” y
“El despertar de la primavera” en Intervenciones y Textos 2. Manantial. Buenos
Aires, 1988.
-
Lacan, J.: “El reverso del
psicoanálisis”. Libro 17. Paidós. Buenos Aires, 1992.
-
Laión, Adriana: Clases dictadas en el
marco de el Curso “Clínica con niños” en el postgrado “Fundamentos y actualidad
en la clínica psicoanalítica Lacaniana”. Universidad Nacional de Córdoba,
Facultad de psicología, 2011.
-
Miller, J. A.: “El niño, entre la mujer
y la madre”. Revista digital de la orientación Lacaniana: Virtualia. Número 13.
Año IV. Extraído de: http://virtualia.eol.org.ar/013/pdf/miller.pdf,
Junio-Julio, 2005.
-
Salman, Silvia: “Las modalidades del
síntoma en el niño: la acción de los padres”. Psicoanálisis con niños. Los
fundamentos de la práctica. Serie Praxia. Grama Ediciones. Buenos Aires, 2006.
-
Solano Suarez, E.: “La insondable
decisión del niño” en “Psicoanálisis con niños. Los fundamentos de la
práctica”. Compiladora Silvia Salman. Ed. Grama, Bs. As., 2006.
-
Tendlarz, Silvia Elena: “Mujeres y
niños”. La clínica de la sexuación. Imposible y determinación (Documento de
trabajo preparatorio. XII Encuentro Internacional del Campo Freudiano). Paris,
2002. http://www.nucep.com/referencias/mujeres.htm
[1]Miller,
J.A.: “El niño, entre la mujer y la madre”. Pág. 2, Revista digital de la
orientación Lacaniana: Virtualia. Número 13. Año IV. En: http://www.eol.org.ar/virtualia.
Junio - Julio, 2005.
[2]Solano
Suarez, E.: “La insondable decisión del niño” en “Psicoanálisis con niños. Los
fundamentos de la práctica”. Compiladora Silvia Salman. Ed. Grama, Bs. As.,
2006.
[3]Lacan,
J.: “El reverso del psicoanálisis”. Pág. 118, Libro 17. Paidós. Buenos Aires,
1992.
[4]Lacan, J.: Pág. 118, 1992; Op. Cit.
[5]Tendlarz,
S. E.: “Mujeres y niños”. La clínica de la sexuación. Imposible y
determinación. (Documento de trabajo preparatorio. XII Encuentro internacional
del Campo Freudiano. Paris, 2002) Extraído de: http://www.nucep.com/referencias/mujeres.htm
[6]Tendlarz,
S. E., 2002; Op. Cit.
[7]
Solano Suarez, E., 2006; Op. Cit.
[8]Lacan,
J.: “Dos notas sobre el niño” y “El despertar de la primavera” en
Intervenciones y Textos 2. Manantial, Buenos Aires, 1988.
[9]Fryd,
Adela: “Hacia la Castración” en “Psicoanálisis con niños. Los fundamentos de la
práctica”. Compiladora Silvia Salman. Ed. Grama, Bs. As., 2006.
[10]Solano
Suarez, E., 2006; Op. Cit.
[11]Extraído
de las notas realizadas en las clases dictadas por Adriana Laión en el marco de
el Curso “Clínica con niños” en el postgrado “Fundamentos y actualidad en la
clínica psicoanalítica Lacaniana”. 2011.
[12]Laión,
Adriana, 2011; Op. Cit.
[13]Laión,
Adriana, 2011; Op. Cit.
[14]Tendlarz, S. E., 2002; Op. Cit.
[15]Laión,
Adriana, 2011; Op. Cit.
[16]Salman,
Silvia: “Las modalidades del síntoma en el niño: la acción de los padres”.
Psicoanálisis con niños. Los fundamentos de la práctica. Serie Praxia. Grama
Ediciones. Buenos Aires, 2006.
[17]Miller, J.A.: Pág. 2, 2005; Op. Cit.
[18]Miller, J.A.: Pág. 3, 2005; Op. Cit.
[19]Miller, J.A.: Pág. 3, 2005; Op. Cit.
[20]Solano
Suarez, E., 2006; Op. Cit
No hay comentarios:
Publicar un comentario