martes, 21 de febrero de 2012

LA MALDIC(C)IÓN DE LOS SERES HABLANTES


SEÑOR MARTIN: (…) Entonces, estimada señora, creo que no cabe duda, nos hemos visto ya y usted es mi propia esposa… ¡Isabel, te he vuelto a encontrar!
(Ionesco: 1974, pág. 40)

La obra “La Cantante Calva” (Ionesco: 1974) denuncia el fracaso del lenguaje, la total incapacidad del mismo para comunicarnos, poniendo en evidencia el sintagma Lacaniano que refiere que “la comunicación no existe” (Lacan: 1981 y 1992). Es por ello que, como seres hablantes, nuestra mayor maldición está implicada en  lo que nos constituye como tales, nuestra mayor maldición es nuestra mal-dicción.
Dicha obra (Ionesco: 1974), forma parte del denominado Teatro del Absurdo en el cual está implicado el esfuerzo de varios artistas por derrumbar  la pared del automatismo y la complacencia, con el objeto de poder establecer un saber sobre la situación humana enfrentada con la realidad de su condición. Es por ello que se encuentra vinculado a los relativamente pocos verdaderos problemas del hombre.
El lenguaje es puesto en escena en contraste con la acción, es reducido a una conversación sin significado y por ello abre una nueva dimensión: la del fracaso de la comunicación.
Las tramas del Teatro del Absurdo parecen carecer de significado, los diálogos suelen ser repetitivos, la secuencia dramática se encuentra ausente, lo cual genera una atmósfera onírica.
En esta obra (Ionesco: 1974) particularmente, el tema central y principal es el lenguaje y no sólo porque en ella Ionesco escribe sobre su reacción frente al aprendizaje del inglés con el método Assimil, sino también y sobre todo, porque hay una falta, una carencia estructural en el lenguaje. Dice Ionesco que la experiencia profunda no tiene palabras y que cuando más se explica, menos se comprende (Ionesco: 2007). El mismo considera a esta obra como la tragedia del lenguaje (Ionesco: 1965), visibilizando un problema inquietante que sobrepasa el efecto cómico.
La palabra produce una distancia entre ella y la cosa representada por ella y esto genera una pérdida que complica la representación. Por ser hablantes hay una pérdida, ya que la palabra logra representar la cosa pero no lo es y por ende la palabra implica la muerte de la cosa; hay un mal encuentro entre ésta y su representación. Es decir, hay una imposibilidad de la palabra para alcanzar la cosa y de la cosa para encontrar su nombre.
La obra “La Cantante Calva” (Ionesco: 1974) transcurre en una vivienda inglesa y burguesa donde unos típicos marido, y mujer llamados los Smith, tienen un disparatado diálogo en el cual, entre otras conversaciones, hablan de una familia conocida por ellos en la que todos, sin distinción de sexo, llevan el nombre de Bobby Smith o de un doctor que jamás recomienda medicamentos sin haberlos experimentado antes el mismo.
Hay una criada a la que los que el Sr. y la Sra. Smith le reprochan el hecho de tener la tarde libre, aun admitiendo que ambos dieron su consentimiento para ello, pero no intencionalmente. La criada es quien les anuncia la llegada de otra pareja, los Martin, quienes conversan como si fueran dos desconocidos  y descubren asombrosas coincidencias que los llevan a descubrir que están casados.
Otro de los personajes que ingresa a la escena es un bombero quien antes de retirarse pregunta por la cantante calva, a lo que la Sra. Smith responde que continúa peinándose de la misma manera (este es el único momento de la obra en que se la menciona).
Los diálogos entre los personajes continúan pero se vuelven cada vez más incoherentes y breves, se acelera el ritmo hasta que comienzan a gritar.
La obra concluye de la misma manera en la que se inicia, sólo que los Martin ocupan el lugar de los Smith repitiendo las mismas conversaciones.
Vemos como en esta obra la palabra se vuelve huidiza y no muestra más que lo que muestra, charla (Ionesco: 2007), no se comunica. La palabra puesta para decir nada se convierte en un charloteo que va in crescendo a lo largo de la obra hasta conducirnos a la casi destrucción del lenguaje, a su ruina. Para Ionesco, en la escritura de esta obra, las palabras se convirtieron en cáscaras sonoras desprovistas de sentido y esto habría producido una especie de desmoronamiento de la realidad (Ionesco: 1965).
Decíamos que por estructura en el lenguaje algo falla, algo yerra, falta, y esto es lo que hace imposible la comunicación, constituye su inexistencia. Siempre quien habla dice de más y dice otra cosa respecto de lo que quiere decir y quien recibe el mensaje lo escucha desde el propio sentido que para él poseen las palabras. Entonces, en la comunicación se produce una inversión y esto la hace complicada. Para el que escucha-lee lo que se enuncia-escribe son posibles diversas formas de pensar, de dar sentido a eso que  recibe atribuyéndole diferentes significados respecto del pretendido. Por ello Lacan nos dice que la comunicación no existe. Esto se debe a que la palabra se encuentra determinada por el inconsciente singular de cada sujeto y nunca va a ser interpretada por quien la recibe bajo el mismo sentido de quien la emitió, produciéndose efectos de sentido que escapan tanto al receptor como al emisor.
Otra de las maneras que encuentra Lacan para decir que la comunicación no existe, es bajo el sintagma “la relación sexual no existe” (Lacan: 1992), lo cual es plausible de ser visualizado  en la obra de  Ionesco en los diálogos entre el Sr. y la Sra. Smith por un lado, y el Sr. y la Sra. Martin, por el otro.
Desde el psicoanálisis Lacaniano se considera que para el inconsciente el sexo masculino es su preferencia, estando el mismo representado por el símbolo fálico y que la feminidad es objeto de un rechazo en tanto el significante “La mujer” no existe para el inconsciente.
Lacan piensa que lo que hace objeción al pleno decir es lo mismo que se opone al encuentro armónico entre los sexos (Lacan: 1981). Esto está relacionado con la captura del ser humano en el lenguaje y con el hecho de que nuestro inconsciente esta estructurado como un lenguaje. En el Inconsciente se inscribe el Uno fálico y solamente él.
 El Otro del Uno no logra inscribirse y por eso hay una falla en el inconsciente al no existir el significante para representar al Otro sexo; en otras palabras, para decir los dos sexos el inconsciente cuenta con un solo significante, el masculino, el fálico, el Uno.
 Nuestra maldición esta dada por el hecho de que el inconsciente sólo tiene la dicción para el sexo masculino, negando la dicción sobre el sexo femenino, el Otro sexo, no tiene un significante para la mujer y por ende no logra representarla. 
Entonces, y para concluir, mal-decir, decir-mal, es lo que hace el inconsciente respecto al sexo, el sexo siempre está mal-dicho, maldito. Así, la no relación entre los sexos se reproduce en el equívoco y vivimos por el malentendido.


BIBLIOGRAFÍA

-Ionesco, Eugène; Diario en migajas,  Ed. Páginas de Espuma, Buenos Aires, 2007.
-Ionesco, Eugène; La cantante calva, en Obras Completas, Tomo I, Ed. Aguilar, Madrid, 1974.
-Ionesco, Eugène; Notas y contranotas, Ed. Losada, Buenos Aires, 1965.
-Lacan, Jacques; El reverso del psicoanálisis, Libro 17, Ed. Paidós, Buenos Aires, 1992.
-Lacan, Jacques; Aun, Libro 20, Ed. Paidós, Buenos Aires, 1981.

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